domingo, 1 de agosto de 2004

Ido

Esperandou no sé qué, ésta es la séptima vez que reacomodo estas 3 hojas en mi carpeta. Las 3 hojas han sido revisadas más de veinte veces mientras estoy sentado cómodamente de frente a la ventana y a la brisa que viene después de la lluvia, ese aire limpio y trankuilo que transmite paz... la calma después de la tempestad. Irrumpe en el paisaje un vocho rojo de modelo viejo que denota que el rojou no había sido su color original. De él desciende un vatou alto y con una generosa panza, características que le dificultan la salida de su vehículo. Su cachucha, su camiseta, su pantalón, su cara y sus brazos están cubiertos de grasa, grasa mecánica, de la negra. Me llama la atención que deja su vocho prendido y lo pierdo de vista mientras se dirige hacia la puerta de entrada. Vuelvo a verlo cuando en el pasillo detrás de mí la doctora lo recibe amablemente y me percato de que es un paciente de hace tiempo. "Se lo habrá encargado al poli", pienso (el vocho, por supuesto), aunque el guardia no se veía por la ventana, pero se justifica porque sé que gusta de ocasionalmente dar la vuelta por los alrededores, sólo para matar el aburrimientou. Entonces vuelvo a enfocar el vocho rojo, ése que alteró mi paisaje de estacionamiento con árboles y pájaros y cielo azul y nubles blancas. Lo observo y me obsesiona pensar en el porqué ha dejado su carro andando mientras viene a una cita con su doctora. Las razones se pasean por mi cabeza mientras me concentro en el vocho rojo: será que tiene prisa (observo la defensa del vocho rojo), será que si lo apaga no lo puede volver a prender (enfoco el piso debajo del vocho rojo), será que el muy pindejou se le olvidó apagarlou (veo abrirse la puerta del vocho rojo por un huey que a toda prisa trata de subirse al carrou). En eso salgo de mi trance de vocho rojo y lo primero que puedo hacer instintivamente es gritarle "EEEYYY!", pero en cuanto lo dije me di cuenta del grave error que había cometido. Los pelos negros lacios vuelan hacia un lado y unos ojos cafés incendiados me miran fijamente mientras yo me quedo repitiendo en mi cabeza "qué pendejo estás!". Entonces saca una pistola cromada de alguna parte de sus shorts de futbol marca Pajarito y dispara hacia la ventana donde yo estoy, o, mejor dicho, me dispara a mí, que estoy en la ventana. Entonces me frikeo y me tiro al piso mientras el huey sigue disparando repetidamente hacia dentro de la oficina por la ventana. Yo estoy tirado en el piso y me arrastro con todo mi miedo y desesperación hacia la puerta para salir por el pasillo. Entonces oigo, además de unos pasos que se dirigen hacia la entrada del edificio, una voz que grita con un odio espontáneo y aterrador: "orita vas a ver ijo e tu peerra madre!" . Con eso ahora cambia todo: el miedo que sentía hace unos instantes se transforma en coraje y valentía que brotan de las palabras que alcancé a escuchar. Entonces aprieto los dientes, me levanto de un salto y me dirijo hacia la entrada del edificio, donde los sonidos de los pasos que entran se hacen más fuertes. Mido la distancia con mis oídos y cuando tengo a la vista en esquina de la oficina esos ojos cafés le meto la palma de mi mano en su cuello hasta sentir su tráquea casi quebrarse. La sorpresa y la asfixia se le reflejan en las lágrimas de sus ojos, sus manos no pueden responder la orden de levantar la pistola y antes de que pudiera pensar qué está pasando lo tumbo de una patada en la boca del estómago y le piso su muñeca derecha hasta que sus dedos dejan de tomar el cromo del mango de la pistola. Entonces lo empiezo a patear en el estómago mientras el solamente puede dar gritos ahogados en su propia asfixia y sus ojos parecen huír de su cabeza que se llena de sangre rápidamente. Dos puños en su cara y su nariz queda diferente, más grande, más roja, más deforme. Alguien me separa del cuerpo, ya es suficiente, me toman de los hombros y entonces entiendo lo que estoy haciendo.

Acomodo una vez más los papeles en mi carpeta, después de por fin quitarle los ojos a ese vocho rojo. "Chiale... los trips que agarra uno cuando no tiene nada qué hacer..."

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