el primer día que fui al kinder me gustó una morrilla que tenía ojos verdes y traía un vestidou azul que combinaba con sus zapatos de charol azul corrientes. El segundo día nos tocó clase de música en un salón aparte y cuando íbamos saliendo de la clase un cabrón (que después sería mi compa) le estaba jalando sus pelitos medio güeros marca Grysi. En eso yo oí sus gritos, voltié y vi la escena y me regresé para aventar con una fuerza sorprendente al morro para abajo de la banqueta (bueno es que el morrillo estaba bien chaparro...). Nomás recuerdo que el vato cayó medio federal y se quedó llorando ahí en las piedras. Yo no fui reprendido por el acto porque el vato me tenía meyo; aunque tampoco recuerdo haber sido gratificado de alguna manera por la morrilla en cuestión. La niña de los ojos verdes me siguió gustando hasta el viernes de esa semana, cuando me olvidé de las mujeres (o infantas?) por un tiempo.
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