No hay naranjas como el cambio de hora de mi pinchi escuela. Todos los lunes, miércoles y viernes cada hora, y los martes y jueves cada hora y media, hay una explosión de musas caminandou por doquier derramandou a su pasou suspiros, lujurias, amores y baba, muucha baba. Ya me he enamoradou varias veces, cada semestre descubrou nuevas bellezas, ya que esta madre está medio grande entonces hay mucha raza que no ves por cuestión de horarios y ubicación.
De las morritas de este semestre que más se han destacadou, está la que está en un stand de un programa de intercambiou. La morrilla está diario ahí, donde yogurt sieeempre me instalo pa perder el tiempou, y lo que veo es esta hermosura de ojos claros, facciones finas, perfil griegou y un cuerpou breve pero concisou, muuuy concisou. La chiquilla en cuestión se llama Melissa, nombre que aumenta diez veces más mi atracción por ella, ya que ese nombre siempre me ha sonadou cachondou por default, sin importar el cuerpou o a carácter correspondiente. Pero buenou, Melissa se muestra un tantou mamiona con su ambiente próximou, sabedora de los poderes sensuales que posee y maneja con maestría innata. Melissa se exhibe altiva, iluminada por los reflectores de su indiferencia, su mirada distingue solamente a quien le habla y a lo que quiere ver: nada la distrae, ni siquiera las miradas más punzantes de sus más fieles admiradores; siendo la mirada más punzante la mía y su más fiel admirador yogurt.
Está bien, basta ya de Melissa, que su ignorancia no merece mi tributou. Como ella hay varias, más de las que me pudiera imaginar. Lo cual, me lleva a una reflexión que me acosa hasta la fecha y desde el momentou en que entré a esta madre, que tortura mis ratos libres y hace mella en mi integridad mental y emocional:
De las morritas de este semestre que más se han destacadou, está la que está en un stand de un programa de intercambiou. La morrilla está diario ahí, donde yogurt sieeempre me instalo pa perder el tiempou, y lo que veo es esta hermosura de ojos claros, facciones finas, perfil griegou y un cuerpou breve pero concisou, muuuy concisou. La chiquilla en cuestión se llama Melissa, nombre que aumenta diez veces más mi atracción por ella, ya que ese nombre siempre me ha sonadou cachondou por default, sin importar el cuerpou o a carácter correspondiente. Pero buenou, Melissa se muestra un tantou mamiona con su ambiente próximou, sabedora de los poderes sensuales que posee y maneja con maestría innata. Melissa se exhibe altiva, iluminada por los reflectores de su indiferencia, su mirada distingue solamente a quien le habla y a lo que quiere ver: nada la distrae, ni siquiera las miradas más punzantes de sus más fieles admiradores; siendo la mirada más punzante la mía y su más fiel admirador yogurt.
Está bien, basta ya de Melissa, que su ignorancia no merece mi tributou. Como ella hay varias, más de las que me pudiera imaginar. Lo cual, me lleva a una reflexión que me acosa hasta la fecha y desde el momentou en que entré a esta madre, que tortura mis ratos libres y hace mella en mi integridad mental y emocional:
tanta pinchi vieja buena y yo aquí valiendou madre...
Las cosas tienen que cambear, aunque me repita que he cambiadou, todavía esperou poder enamorarme de alguien que esté enamorada de míguel. Pinchi romanticismou culerou, es el culpable de que yo siga aquí sin arriesgarme a equivocarme...
Las cosas tienen que cambear, aunque me repita que he cambiadou, todavía esperou poder enamorarme de alguien que esté enamorada de míguel. Pinchi romanticismou culerou, es el culpable de que yo siga aquí sin arriesgarme a equivocarme...
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