La noche terminó cuando empezó el día. Aproximadamente a las seis de la mañana llegué a mi casa después de una salida que duró casi once horas. Los detalles son dignos de postear.
Me desperté después de mediodía. Luego de un buen rato me decidí a salir. Afuera el día y la ciudad se veían gris. No porque así estuviera mi estado de ánimo, sino por una mezcla de neblina y smog que inundaba el paisaje citadino. Mis labios no desistían en delatar la sed que acechaba mi boca. Sed que sigo sintiendo hasta ahorita. Manejando a la casa de una amiga emprendí, involuntariamente, la tarea de catalogar de alguna forma la noche anterior. De pronto todos los acontecimientos dignos de recordar fundieron sus colores para explotar en un flash que iluminó mi memoria con los sentimientos de las vivencias de la víspera. "La noche de las posibiliades". No... "la posible noche de las posibilidades". Ése era el título que tendría que recibir.
Empezó de una manera semilenta, con la hueva usual de los fines de semana antes de una tentativa salida. La mayoría de las veces es más fuerte este demonio del ocio y me condena a una noche de encierro en casa haciendo cualquier tipo de pendejadas que van desde leer blogs de pendejadas ajenas hasta ver películas previamente catalogadas como chilas. Pero esa noche no sucumbí. No podía hacerlo después de recordar que la noche anterior la había pasado jugando Winning Eleven hasta las tres y feria de la mañana. Entonces fui más fuerte y me levanté sacudiendo de un estirón y un gemido la telaraña de la hueva. Pasé por una amiga y nos fuimos a casa de un compa que celebraba su cumpleaños. Era una piscinada, pisteada, flauteada y botaneada curada. Había varios personajes que hacían curada la escena. Eran las 7 de la tarde y empecé a pistear. Lento pero seguro: dos barriles de Indio. Habían dos hueyes y varias viejas, todos haciendo sendas pendejadas, las cuales, para mi gusto y mis experiencias con mis compas paisanos eran totalmente normales. Se me olvidaba que estaba en Monterrey y esos hueyes eran los más locos de la manada.
Chiale, según yo, quería contar todo lo que había pasado esa noche: lo del putou medio tirándome el royal, lo de que le saqué a pegarle un toquesín a la green, lo de mi amiga curándosela de que la loca me haya coqueteadou, lo de la morrilla de la otra fiesta que andaba como queriendo, de cómo se fue antes de que le hablara, lo del megabailazo de banda hasta que, literalmente, me sangró la pata; lo de la buena peda, de la alegata capitalista-socialista con el mauricio y otro pindejou que se metió, de lo chila que estuvo la nochi y de lo chingonsísima que pudo haberse puesto si no fuera tan lenchou. Siempre me agarran estas mamadas después de una night de salir, como que en mi mente todo está superchingón y opaca lo que pasa en la realidá. Por eso siempre son noches de tal vez, noches de que tal si..., noches de si hubiera, noches de posibilidades, NO... mas bien, posibles noches de posibilidades.
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