jueves, 22 de abril de 2004

pINCHIS sUEÑOS pIRATAS

Estoy tratando de entrar pero me han cerrado la puerta. Se dieron cuenta de mi intromisión y ahora vienen tras de mí. En eso descubro una rendija en la parte baja de la puerta. Calculo que es muy chica para caber pero de todas formas intento meterme por ahí. Paso al otro lado con un poco de dificultad antes de que me alcancen. Las luces están apagadas porque ya empezó la película. Necesito un lugar para esconderme de mis perseguidores así que finjo sentarme en el aire al lado de la última butaca de la fila. Los guardias del cine con uniformes estúpidos de cachuchas ridículas pasan sigilosamente a mi lado sin notarme, tratando de no molestar al público. Por el momento, he tenido suerte. Termino de ver la película y es como si no la hubiera visto. Al encender las luces el cine está solo, por lo que los guardias me ubican rápidamente. Corro a la salida de emergencia. Abro con violencia las dos puertas. Afuera es de día, mucho sol, tanto que quema, me quito la camisa y siento la calle y su tierra y sus piedras en mis pies descalzos. Doblo la esquina corriendo, buscando un lugar para esconderme. ¿Por qué me persiguen?. No sé. En verdad no lo sé. Sólo sé que es a mí a quien persiguen. Encuentro unos niños jugando fut descalzos en las piedras de la calle, como jugaba yo cuando era niño. Me pongo a jugar con ellos. Me aceptan como si ya me conocieran. Mi amigo y yo jugamos con ellos. Nos divertimos por largo tiempo. Después vemos que los guardias regresan. Vienen caminando por la calle como desanimados. Están mirando unos papeles y después alrededor como buscando algo (o alguien). Pasan a nuestro lado mientras nosotros fingimos jugar fut. Entonces le pregunto a mi amigo porqué nos perseguían. Me contesta que ha sido Enrique, un viejo amigo de mi madre, el que les dio la información de que unos muchachos se metieron en las oficinas del cine. Entonces, le digo: ¡eso no prueba nada!: eso no indica que hayamos sido nosotros. En ese momento me tanquilizo. Se acaba el delirio. Y empiezo a caminar por la calle dejando a los niños atrás, vestido, como si nada hubiera pasado.

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