lunes, 29 de noviembre de 2004

Enterrado en un cráneo de basura
al lado de una triste amargura
se encuentra una humilde armadura
vestigios de una antigua aventura.

El aliento de la noche me asegura,
en un cielo sumergido en hermosura
y en el fondo una eterna partitura,
que la muerte con recuerdos no se cura.

El flagelo de la suerte no perdura,
la conciencia borra toda desventura,
corta todo lo maligno y murmura:
la memoria es la peor de las torturas.

De imposibles sensaciones la estructura,
de un alma en pena la caricatura,
de un antiguo hidalgo la cabalgadura
y de escuálido fantasma la figura.

Cordura o locura, decisiones prematuras.

Ternura y dulzura, que nada bueno auguran.

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