miércoles, 10 de noviembre de 2004

c

Nos saludábamos de abrazou. De uno de a de veras, no del tipo que le das a alguien que apenas conoces en su cumpleaños: un abrazo de cortesía. Era un abrazo fuerte, sincerou, del tipo que se dan las personas que se quieren después de no verse por mucho tiempo. Así lo sentia. Recuerdo la primera vez que nos saludamos con un abrazo.

No sé si fue la misma noche en la que el Chalelou, el Jonathan y el Champi se fueron sin pagar de los hot dogs de por el depa, pero recuerdo que esa noche llevaba mi hoodie de Mickey Mouse que le expropie a mi jefa y que ahora no se dónde quedó; sin nada abajo, porque quería ver que se sentía ponerse solamente un sweater, como en las películas gringas; y un short que no recuerdo cuál era. Era diciembre de 2000 o enerou de 2001. Recuerdo que estábamos en la esquina de donde está el DugOut (o como se escriba esa madre) y el Sushi Club esperando no sé qué, cuando te vi que venías. Un remolino nació en mi estómago y se acrecentaba mientras tú te acercabas. No puedo describir el sentimiento del momento, cuando te vi por primera vez con tu novio. El malestar en el estómago era tal que me obligó a sentarme en la banqueta y voltear hacia otro lado, fingiendo no haberte visto. Un silencio se apoderó de la atmósfera a mi alrededor, oí, como a lo lejos y sin entender, cómo saludabas a mis amigos que estaban detrás de mí. Me tocaste el hombrou. Para seguir con la actuación miré primero al lado contrario de donde estabas, como si no supiera quién era ni dónde estaba. En seguida miré hacia ti, que estabas con una sonrisa de las tuyas. Creo que dijiste algo pero no lo pude oir, porque al no saber qué hacer, qué sentir, qué pensar o qué decir, me levanté de un salto y te abracé fuertemente, así, de la nada, un abrazo como nunca te lo había dado, como si mi cuerpo supiera antes que mi mente lo que necesitaba para sentirme mejor. Y mi remolino dejó de existir al mismo tiempo que te sentí corresponder mi reacción: un abrazo que apaciguó mi corazón. Fue hasta después de unos segundos, que para mí duraron más, que me percaté de lo que estaba haciendo. Primero: ¿¿por qué un abrazo sin motivo aparente??, segundo: ¿¿¡¡por qué un abrazo sin motivo aparente en frente de tu novio!!??. No sé, hasta hoy que lo estoy contando no lo sé. Saludé al huey en cuestión y creo que platicamos un rato sobre que íbamos a hacer esa noche. Después ustedes se fueron a cenar. Nosotros nos fuimos a no se dónde.

Desde entonces cada vez que nos veíamos nos dábamos un abrazo. En la escuela, en tu casa, en la calle, en misa. Me gustaba. Me gustaba mucho. Después las cosas cambiaron, alimentando mi miedo a los cambios. Creo que el haberte hecho esa confesión rompió con lo que nosotros teniamos hasta ese momento, a pesar de que yo nunca creí que fuera posible, contrario a lo que pensaban mis amigos. De nosotros dependía (o depende todavía) qué hacer con los pedazos. Ahora te saludo de abrazo, pero sólo la primera vez que nos vemos en vacaciones. El abrazo ya no es el mismo. Ni de tu parte ni de la mía. No sé porqué, si yo aún te sigo queriendo. A veces creo que más aún de lo que te quería entonces, si se pudiera medir el amor con pensamientos. Sí, te sigo queriendo, aunque a veces diga que ya no es lo mismo y que hemos cambiado, he llegado a la conclusión de que la única forma de estar a tu lado es cuando tu me quieras como yo lo hago. Por eso, sigo esperando...

No hay comentarios.: