Hoy me encuentro inmerso entre mis poemas. Enredado en mi inspiración. Traspasando sentimientos. Inundado de confusión.
El amor puede ser un juego, pero yo no lo quiero jugar. Para mí es un instinto, que a pesar de razonarlo, siempre será involuntario e incomprensible para mí, como un reflejo. La inspiración es un sentimiento, no es una persona. Es el sentimiento provocado por la persona que inspira, la persona que te hace sentir. Las palabras materializan el sentimiento (por más complicado que esto pueda ser) no la persona. La palabra es una emoción entintada y plasmada, extirpada con el fin de aligerar la carga del interior.
No sé si es el corazón el órgano responsable del amor y sus efectos. Pero una vez sentí un fuerte dolor en el pecho, cuando pensé que ya no te iba a volver a ver. No sé si alguien pudiera realmente volverse loco a causa del amor. Pero una vez ví tu cara en todas las cosas y te confundí con todas las personas y relacioné todo lo que escuché contigo y pensé que nunca más podría ser capaz de pensar en otra cosa que no fueras tú.
Hoy no sé si dedicarle un poema. Aquél que escribí cuando lo que siento ahora lo sentía por otra persona. Pero si la inspiración no es la musa sino el sentimiento que provoca, el poema es del sentimiento y no de la musa en sí. Por eso no es que dudo, sino por el hecho de jugar mis emociones bien. Hay cosas que no podrán ser como yo las idealizo. Una de ellas es que el camino del amor no es una carretera amplia y recta, sino un pasaje lleno de veredas escondidas en medio de un frondoso bosque nocturno. Y, al parecer, eso es algo que tendré que aceptar.
miércoles, 15 de febrero de 2006
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