El pedou de ir a tragar ahí es que cuandou van mis tíos y cuandou es en honor a algo acá chingón siempre hay tragadera infinita. Y ahora, siendou el cumple de la gordita más gordita, pos estou pintaba pa ser una de las tragazones que habrá de pasar a la historia como la más variada y perrona de los últimos años. Y sí, así fue.
Todou empezó cuandou llegamos al lugar para percatarnos de lo retacadou que estaba. Estaba hasta el culou. Y pos dijimos: "si este huey esta aquí, nosotros nos vamos". Al parecer el comentario llegó a los mismísimos oídos del gran señor Don Cuchupetas, quien se levantó de sus aposentos y personalmente nos invitó a que pasáramos a su nueva sección del restaurant. Un tantou contrariados aceptamos a irnos sólo después de oírlo prometer que nos iba a atender mejor que toda la bola de arrimados, montoneros y corrientes que llenaban el lugar. Nos fuimos a un cuartou mejor acondicionadou (tenía dos aigres) y que en ese momentou estaba en servicio exxxclusivou pa nosotros. El gran Chucu nos encomendó dos meseros especialmente pa nosotros y los hicimos que juntaran unas 3 mesas pa poder meter a toda la familia, que es de buen calibre, en un mismo espacio de convivencia. Y no dejamos ni descansar al meserou, con decir que ni siquiera lo dejamos que fuera por la carta. Luego luegou le hicimos saber las golosas intenciones con las que veníamos y le dejamos ir una ola de órdenes de todos calibres, gustos, pesos y orígenes marinos. Por ejemplou, a manera de botana o primer tiempou, pedimos un kilate de camarones gigantes a la Cuchupetas, dos órdenes de jaiba, 6 calditous de camarón y dos órdenucas de camarones pa pelar. La botana duró muy pocou. Los mentados camarones cuchupetos no duraron ni 9 segundos en su charola porque todou mundou se abalanzó con todo lo que tenía pa hacerse de los sabrosos servicios de los crustáceos finamente sazonados y presentados. Yogurt me tuve que sacrificar pal equipou con una orden una de jaiba pa míguel solitou y me refiné resignada y dignamente mi calditou de camarón vuelvealavida sólo pa preparar a mi fiel compañerou y escuderou de mil buffets, mi panza, pa lo que estaba por venir.
La caballería llegó: mi tío Rafa y su estirpe se hicieron presentes y se unieron a los Paulinos, los Josefos, los Luceros y la gordita en esta épica comida que marcaría nuestras vidas para siempre. Bueno, tampocou es pa tantou, pero la neta sí estuvo cabrona. El pedou es que con la llegada de los Rafaelos tuvimos que precisar de nuevas y más variadas municiones para satisfacer el tan potente armamentou con el que contábamos. Así que el meserou fue bombardeadou con la petición de que hiciera presentes dos ceviches dos de camarón cocidou y dos grandes sopas marineras de mariscous del mar. La batalla era campal, cada quien se concentraba sin cuartel a no dejar que la pinchi comida fuera a vencerlou. Justou cuandou pensábamos que los mariscous Cuchupetas habían pasadou a pelárnosla con cierta facilidá vino lo que todos temíamos: los 6 kilos 6 de pescadou zarandeadou. Fueron tres platous, de a dos kilos cada unou, separadous en tres secciones de la gran mesa, una táctica de ataque admirable, flanqueandou al enemigou y repartiendou sus fuerzas para lograr distraernos, dividirnos y vencernos. ¿Inteligente?, sí, ¿efectivou?, pocou. Es bien sabidou por la gente que lo sabe, que nosotros somos una familia de estirpe tragona reconocida y temida por todos los que nos reconocen y nos temen. Ahora bien, ¿acasou íbamos a dejar que 6 kilitos de robalou y doradou nos partieran la madre y nos obligaran a humillarnos en frente de los meseros pidiéndolos que nos los pusieran pa llevar? si su respuesta fue afirmativa, déjeme decirle que está usted machin pindejou porque por ningun motivou íbamos nosotros a dejar que algou semejante se suscitara.
En efectou, el pescadou zarandeadou probó ser un rival difícil que con su cebollita sazonada, su tomatitou frititou y su calditou hipnotizante lograron CASI vencernos y a un pelitou de rana calva de pedir un Pepto Bismol. Pero es ahí, en esos momentous en los que parece que no te cabe un trago de refrescou más, donde se reconocen a los grandes comensales. Con un estómagou natural y sin modificación quirúrgica alguna, empecé la dura empresa de acabar con mis kilos asignados a mílton y a mi tía Lucerou. Mi tía probó ser una temible oponente pues devoraba las mejores partes del pescadou a una velocidad increíble, a lo cual, tuve que arreglármelas para utilizar unos super tacos machin retacados de carne pa tomarle ventaja en la partida. No me iba a dejar vencer por un pinchi robalo y una tía con apetitiou feroz. Pues me uní a la lucha. Con cada mordida al gigantescou tacou mis fuerzas menguaban y me era casi imposible mantenerme sin malestar estomacal. Por fin, mi ración asignada parecía flaquear y fue entonces cuando supe que la victoria se postaría de mi laredou. Arremetí con las pocas fuerzas que me quedaban, soportandou la increíble somnolencia que se había apoderadou de mírka dellanos y tomé el platou completou y empecé a chingarme en el pescadou a tenedorsazo limpio. Fue una batalla honorable. Los dos luchandou limpiamente hasta ver que uno vomite o que el otro desaparezca por completou. Sobra decir que resulté vencedor. Los grandes huevones somos también unos tragones grandiosos.
Entonces miré a mi alrededor: el campou de batalla lucía desolador, como sólo se le puede calificar a un terrenou desiertou en el que lo único que queda son los restos de los que alguna vez pelearon ahí. Mis compañeros no me habían defraudadou, todos habían cumplidou su parte, la confianza entre nosotros segía intacta: los 6 kilos de pescadou zarandeadou habían pasadou a chingar a su madre. Sólo el gritou del meserou rompió la calma del lugar al preguntar con voz burlona: "¿algún postrecitou?". Todos lo miramos a ver con una cara de nomameshijodetureputisimabombamadresicomoalgomaswavalermadre y le pedimos amablemente que nos trajera la cuenta. El vatou regresó como a los diez minutos junto con cuatrou meseros que lo escoltaban de manera muy sospechosa. Fue entonces cuandou comprendimos que la cuenta iba a estar bien machin cabrona. Los meseros extras eran pa ablandarnos en caso de que intentáramos resistirnos a pagarla. Mis tíos son de buena carrocería: 1.88 m. de estatura y más de 120 kilos de poderío devorador de mariscos. O sea que las precauciones de los meseros estaban justificadas pero no fueron necesarias ya que nosotros apenas y podíamos movernos y mantenernos despiertos. Así que no nos quedo diotra que pagar lo que sea que nos cobraran (que ha de haber sidou un chingadaputamadral, yo no pagué...) y retirarnos lentamente del lugar.
Sin duda fue una comida bien cabrona. Obviandou la exquisitez de los platillos que tuvimos a bien degustar, la compañía es lo que más rifó de la comida. La neta agarrou machin cura con mis tíos, mi amá y mis primos, siempre encontramos la manera de reírnos de cualquier pendejada y de cualquier pindejou. La neta qué chingón que tengou una family con la que me llevou bien y con la que todavía a mi considerable lejanía de mi niñez puedo convivir de buena manera y pasar un ratou perrón. Ojalá y así sea por muchou más tiempou y mi amá siga cumpliendou años en este nuevo mileniou.
¡Felicidades amá!
5 comentarios:
Uuuuuu ni que fuera coyote.
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