El problema de vivir bajo esta filosofía es que una persona que se acostumbra a estarse chingandou con la ilusión de algún día cosechar lo bueno se puede quedar chingándose innecesariamente por algún tiempou, en el que se da cuenta que ya no es tiempo de sembrar. Como quien dice, algunas personas se acostumbran a ser infelices, a estar tristes, a no disfrutar y a chingarse por sus seres queridos sin recibir recompensa. Yo creo que mi jefa es una de esas personas. Me parece que le ha llegado la época de la zafra y la mujer todavía quiere andar arando.
No es porque sea mi jefa, bueno... la neta sí es por eso, porque si no fuera mi amá no conociera su historia como la conozcou, pero ella es un ejemplou de lo que es salir adelante y conseguir lo que quieres. Por eso me cae de a madre cuando la raza dice que en México no hay oportunidad, que no hay trabajo, que no se puede salir adelante sin tener dinero, palancas o alguna pinchi herencia, un cariñoso "chingas a tu puta madre" a esas personas. El pedo de todo esto es tener los huevos suficientemente puestos como pa decir: "a la chingada, yo no me wa quedar así el resto de mi vida" y hacer algo pa cambiarlo, empezar a arar la tierra, bajar la mirada y empujar la yunta con todas tus fuerzas sin importarte el calor, el cansancio, los mosquitos, la lluvia, los azotes de tu patrón o lo que sea que suceda a tu alrededor hasta tener tu terreno listo. Ése es el pedo, que teniendo el terreno listo ya lo único que te falta es sembrar... y cuidar. Y hay veces que uno está tan acostumbrado a la yunta que los días de espera le parecen como inservibles, como que no pasa nada, como si todo lo que habían hecho no ha servido para nada, porque tanto trabajo no ha rendido ningún fruto.
Pero se llega la cosecha. Cuando uno está más desanimado. Cuando parece que ya no puede aguantar más el hambre. Cuando los azotes del patrón empiezan a doler. Llega la cosecha. Llega la cosecha y el sembrador tiene que saber cuando recoger sus frutos, porque, a veces, saber recibir es más difícil que saber dar.
A mi amá se le llegó la cosecha, pero ella no lo sabe o no lo entiende o no lo puede entender. Se acostumbró al trabajo, a los chingazos, al esfuerzo, a la friega, a no ver por sí sino por nosotros. Ahora no sabe cómo recibir. No sabe qué recibir. No entiende que todos los frutos que vislumbra son suyos, suyos para tomar, suyos para disfrutar. Le está costando trabajo, pero poco a poco irá levantando la mirada para admirar su huerto, para contar sus ganancias y para mirar que sus tierras se preparen correctamente para la siguiente cosecha. Esperemos superarla, aunque, siendo sincero, la veo muy cabrón.
¡Feliz (des)cumpleaños amá!
Te mereces todo lo que te ha llegado... y lo que falta por llegar.
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