Lencho, lencho, soy bieeeeen lenchou. La morrita no me pasaba tanto, lo que pasa es que el video, el zorreo y el cachondeo no estaba nada feo.
El vértebras empezó su vertebroterapia con una frase mamiona que sirvió de enganche. La morra no entendió del todo pero con un movimiento de dedo índice creó el asombro, subió la temperatura y dibujó una sonrisa en su cara. El rollou estaba chilou, la chiquilla capeaba, se meneyaba, lo mostraba y el vértebras las palabras atinaba. Pasó un momentou y la morrilla pidió tiempo y prometió volver. El morro era contento, quería forzar un encuentro y se echó a correr. El trayecto le cambió la opinión, la valentía no le alcanzó para otra hazaña y al verla pasar pensó, como pretexto y/o consuelo, que lo habían bateadou. La morrita, en efecto, regresó al lugar después de un momento, pero el morro, siendo lento, no quiso regresar y pedir lo que quería, preguntar si todavía de algún modo se podía continuar con la osadía. Es que el plomo es muy pesado y mirando hacia el pasado, arrepentido, no le encuentra hoy el sentido a lo que ha sucedido porque todo su cuerpo lo quería pero algo le dijo que no podía. Las sábanas fueron víctimas de su desesperación pues eso pudo ser un momento de pasión. Ya ni llorar es bueno, sólo la espera de un segundo encuentro alivia el pesar causado por él mismo. Tal vez por eso se define él mismo como un hombre de segundas oportunidades.
He llegado a pensar en resignarme a que siempre voy a estar solo...
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