viernes, 8 de septiembre de 2006

El pintor.

No era la primera vez que andaba por ese rumbou buscandou un pintor. Como yo ya conocía las calles le dije que no se preocupara, que yo sabía cómo llegar al otro lado del parque. Seguimos caminandou paralelo al cercado por unas cuantas cuadras. Tomamos unas callecillas en las que recordaba haber encontradou a aquel pintor en ese local, un muchacho que me pidió que le diera trabajo porque lo necesitaba urgentemente. Recordaba su diminuto local, suficiente solamente para caber él. Caminando por la acera vi a lo lejos a una señora gorda y chaparra que nos miraba con cara de enojada, acá intimidante. En eso empecé a ver los localitos de pintores que recordaba estaban por ahí. Cuando pasamos por el que creí era el de Gabriel se me hizo muy distinto, era muy distinto. Había más gente, 3 mujeres en el local acomodando las cosas en un local pequeñito pero muy bien pintadito y con muchas cosas en los estantes. También estaba el que parecía ser el maistro, un chaparro moreno con una cachucha y esas típicas manchas de pintura en la piel. Le dije que le dijera que nos hiciera un presupuesto antes de pagarle algo. Él se dirigió con el pintor y le dijo lo que le dije. Él acordó al mismo tiempo que se preparaba para ir con nosotros a ver dónde iba a hacer la chamba. Las mujeres le preguntaron que pa cuándo el dinero y él le dijo que se los iba a dar en la tarde, después de que el maistro le hiciera el presupuesto. Quedaron medio convencidas. El chaparro agarró unas muletas y salió detrás del mostrador mostrandou que tenía una pata de fierro. Se bajó hábilmente del escalón y empezó a caminar rápidamente por la acera. Le dije que no estaba seguro si ése era el mismo local en el que trbajaba Gabriel. Sin aflojar el paso y con un tono triste me dijo que sí, pero que Gabriel ya no trabajaba ahí. Le dijo que nos cobrara barato, que éramos clientes. Él dijo que nos apuráramos, que luego hablaríamos de todo eso. Atrás de nosotros pudimos notar que la gorda que habíamos visto antes nos vió con una mirada amenazante y empezó a correr detrás de nosotros. El pintor dijo que corriéramos y empezó a correr con las muletas casi igual de rápido que nosotros dos. La gorda nos estaba asustando mucho y corrimos a toda velocidad por varias cuadras, subiendo y bajando banquetas, con el pintor por un lado. De pronto volteé y el pintor se empezó a resagar cuando nosotros habíamos corrido a todo lo que podíamos. Noté que la gorda y su hija lo habían alcanzado y estaban tratando de quitarle las muletas mientras él insistía en escapar. Me regresé hasta donde estaban para ayudarlo, le logró arrebatar las muletas a la mujer y a su hija y el pintor logró escapar. Para este entonces las mujeres estaban desquiciadas y yo trataba de golpearlas lanzándoles las muletas. Le dí a la mujer. Pero la hija corrió al medio de la calle y cuando la ví todo parecía estar en cámara lenta. Traía un vestido blanco, con calcetas blancas y zapatos negros, que combinaban con su negro cabello lacio hasta el cuello. Vi cómo lentamente se daba la vuelta al mismo tiempo que sacaba una pistola y después de amenazar a la gente que se había acumulado rápidamente giró hacia el pintor apuntándole con el arma, al mismo tiempo que le gritaba entre lágrimas: "¡¡¡Papi no niegues a mi mamá!!!". Como pude le lancé la otra muleta para desarmarla pero aún así se oyó un disparo que volvió a velocidad normal todo pero también lo ensordeció. La niña cayó al pavimento, inexplicablemente para mí que corría hacia ella sin escuchar mis pasos, sin escuchar nada. Cuando llegué había un aparato extraño con un cable que llegaba a su pecho. Presioné un botón extraño y empecé a oír sus quejidos internos, que eran imperceptibles sin el aparato. Se oían como suspiros de dolor, muy tenues. Volví a presionarlo y oí sus latidos, los cuales se hacían más irregulares y más débiles. Recuerdo el pánico, la desesperación, la confusión, la tensión y el nerviosismo que sentía. De pronto todo empezó a apagarse lentamente. Hasta quedar todo negro y ya no puder ver nada.

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