miércoles, 9 de junio de 2004
Te recuerdo.
Redundante antes de siquiera repetirlo. Insistente por el solo hecho de existir. Así es este recuerdo: recurrente en sí mismo desde el momento en que nace. Es como cuando se sueña algo por primera vez, pero en el sueño parece que ya se conoce desde hace mucho tiempo, tanto que ni siquiera se recuerda cuánto. Es el recuerdo que nunca había muerto porque nunca fue olvido, aunque tantas veces pareció serlo. Si amar es sufrir entonces te amé tanto tiempo que ya no recuerdo cuánto. Incluso cuando te conocí parecía amarte desde mucho antes. El amor es algo tan fuerte como para unir lo que sea y romper lo que se le oponga. Muchas veces ha roto mi corazón y muchas otras lo ha unido. Destrozado mi corazón con tu ausencia se reconstruye otra vez en tu presencia, y cuando roto está parece que así siempre fuera y cuando completo se encuentra parece como si nunca se hubiera quebrado. Pero las fuerzas del corazón mengúan, pues el amor de amar se cansa y el corazón de vivir se harta y la razón de explicar se fatiga y cuando el recuerdo del amor se esconde, las sombras de la perdición lo acogen, y en el disturbio de una mente solitaria un corazón malherido llora el recuerdo que siempre será recuerdo porque nunca morirá en olvido.
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