lunes, 22 de marzo de 2004

Caballete lentejuela no more... (la historia del plomo que no se hundió.)

Capítulo Primero.

"Ahhhh caballeteeeee, anda tirando el chinchorro caballetee!", me dijo un huey que acababa de conocer al verme medio sobres con unas morras. Nada inusual en mí, siempre ando medio sobres con cualquier morrilla que medio me pase, y siempre como que medio valgo madre. Está bien... valgo madre completamente.
Esa vez era distinto, inicié la temeraria conquista sin mayor preámbulo, en mi mente no desfilaron las dudas habituales, la molesta decisión ambigua, las opciones igualmente razonables. Sólo había una manera, una forma de proceder, sin darme cuenta en ese momento asalté un espacio entre las dos y coloqué frente a sus nucas mis brazos abiertos descansando sobre el respaldo maltratado del viejo sillón marrón donde habían decidido sentarse. Casi instantáneamente comenzó la hazaña, no sé qué influyó más: si su actitud completamente receptiva o la mía completamente agresiva, petulante, mamona. No tuve tiempo de sorprenderme a mí mismo cuando ya había entrado en movimientos rítmicos provocativos sexuales al lado de una morra en un momento y de la otra al empezar otra canción. Cualquiera de los espectadores hubiera descrito la escena como "un baile cachondo con dos viejas", pero para mí no era eso, era más que eso, era como atrapar un sueño con mis manos. Resultó tan extraña esa falta de cuestionamientos internos como inesperada fue la intromisión de una posibilidad de fantasía realizada en mi pensamiento, una especie de dèja vu dibujó una leve e idiota sonrisa en mi semblante y me hizo gritar estas palabras en mi mente: "¿Las podré convencer a las dos de...?". No pude completar la frase, las palabras tuvieron en mí el mismo efecto de una cachetada o un baldazo de agua fría en mi cabeza, bajé un momento a la realidad, miré con cautela el panorama, recordé una vez más quién era yo y casi tan fuerte como hace un momento gritó alguien en mi conciencia: "¡No mames!, ni que fueras Andrés García". Fuera la posibilidad, seguirá una siendo fantasía, no tiene ya caso imaginar las posiciones, inventar las sensaciones o lanzar las frases candentes en la cama en sobrecupo. Sólo ha sido un simulacro.

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