domingo, 1 de febrero de 2004

CASI...

Claro, los niños normales no se comportan así, al menos, es lo que la gente piensa; pero esta niña parece normal; sin embargo se empeña en seguir actuando de esa manera. Entonces no parece normal, ¿por qué dije eso?, debió cegarme el cariño que tengo hacia ella. Es tan bella. ¿Ella? ¿quién ella?. No vuelvo a opinar sobre alguien que no me interese. Prefiero que los que no me interesen opinen sobre mí, así me doy cuenta de lo que proyecto o, mejor dicho, de lo que los demás perciben de mí. "No me importa lo que piensen a menos que sea sobre mí", ésta será mi nueva frase interesante, la que cause desconcierto y obligue a que me pongan atención. Me pregunto si esta niña me entendería si le digo esta frase, después de todo, no es una niña normal, aunque así lo parece hasta que actúa de esa manera tan rara: según la gente, esas cosas no son de su edad. La gente siempre tiene algo que decir, y si no lo dice lo gruñe, y si no lo gruñe lo grita, o lo llora, como los niños, como esta niña. Eso de llorar a estas horas de la mañana es mucha imprudencia, no importa que ya esté oscuro, lloriquear porque tienes hambre es cosa de niños, bueno, de niños normales, cosa que esta niña no es, aunque a veces así lo aparenta. ¿Qué pensaría un padre que ha esperado tanto tiempo por un hijo y al final tiene una niña?. Además, no es normal esa niña: los cielos azules no se ponen negros cuando amanece y las niñas normales no controlan destinos con sólo miradas, no destruyen ilusiones con sólo suspiros, no truncan senderos felices con el incendio de su necio llanto, ¡no me harían perder la razón de la forma en la que la estoy perdiendo!, ¡no tendría que arrojar un crimen fuera de mi mente confundida!. Tragos de angustia he bebido por todo este extraño tiempo y víctima frágil he sido de estos llantos que no mueren. Una mano imprudente se acerca: insolente, ¡qué insolente!. ¡No necesito pastillas ahora!. Lo que ocupo es silencio: callarla por siempre. Pero esta mano no escucha: se mueve y no se detiene, me ha puesto un objeto en la boca, ¿qué es esto? qué extraño huele. Presiento motivos añejos, circulan mi mente ideas ilógicas que tienen, sin embargo, mucho sentido. Destrozan sus gritos mi cordura. Quisiera gritar y no puedo: hay algo que me detiene. La puedo callar, sí puedo, su cuello sólo tengo que apretar: ¡tan fácil como empuñar con fuerza la antorcha de la libertad!.
Amanece. ¿Otra vez?. Todo está claro de nuevo. Fatiga y agitación me quedan de algo que no recuerdo; silencio, por fin, silencio y solo me encuentro en mi lecho. Un torso de mujer veo, un bebé sostiene en sus brazos. "Olvidaste tu pastilla de nuevo. Tu hija se estaba asustando".

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